miércoles, 28 de marzo de 2012

Delirios y Divagaciones de una Indignada: Mea culpa

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Yo no puedo imponer a nadie mis ideas, quién soy yo para ello; son mis ideas y lo más que puedo hacer es compartirlas. Yo pienso que el mundo es injusto, que está desequilibrado, que vivimos inmersos en un desorden ético, que ya nada parece importarle a nadie más que sí mismos y el vil metal. Si vivimos gobernados por políticos corruptos a los que bien poco les importa el devenir de nuestras vidas, o nuestras necesidades o nuestras inquietudes, sino que están más pendientes de conocer la opinión de los todopoderosos mercados, saber si los bancos e inversores varios se sienten cómodos, seguros y confortables, saber si los empresarios tienen alguna querencia o solicitud. Si yo me quejo con mis vecinos y amigos del bipartidismo y de la corrupción, y parece que estamos en total acuerdo, pero luego los ciudadanos, en concreto de este país, van en masa a votar a los farsantes, a los piratas y a los corruptos… que luego gobiernan, claro, e incluyo a todos ellos.

Si yo pienso que las películas que ponen en el común de los cines son una mierda, que la música que pinchan en las discotecas es una gran mierda, que el grueso de las novelas que se publican es una enorme bazofia, que la programación que ponen en la mayoría de canales de televisión es una basura al cuadrado; si pienso que la tiranía de la moda es un absurdo, que el comprar y gastar, el consumir por consumir es un completo despropósito. Si creo que las corridas de toros… esas sí que son una animalada, pero las entradas a las plazas ya se han vendido antes de que empiece la temporada. Si opino que la religión es un atraso y la Semana Santa un festejo para demostrar que realmente somos unos catetos, pero nuestro país se convierte esos días en una especie de tétrico crisol de oscurantismo barato que lo impregna todo y nos hace parecer un reducto tercermundista. Si te privatizan la luz, el teléfono, el gas, el agua… esas cosas de primera necesidad que el grueso de los mortales consume cada día para hacer su vida normal, y no hay movilizaciones masivas. Si, al fin y al cabo, nos estamos cargando el planeta, pero hay tanta gente que piensa que reciclar no sirve para nada, que tirar deshechos en el campo o la playa no es grave, que coger continuamente el coche, incluso para ir a comprar el pan, no tiene impacto ninguno, que tratar de gastar menos y economizar el consumo de energía es algo inútil… y consumen, consumen, consumen...

Si nos arrebatan los derechos laborales que se consiguieron a sangre y fuego, con mucho esfuerzo y mucha lucha, y la gente no sólo no se levanta en masa para protestar, sino que parece ni inmutarse… porque en general es suficiente con despotricar en el bar, mientras tomamos unas cañas y unas tapas.

Podría seguir durante mucho rato, pero la verdad es que después de analizar mucho la situación, he llegado a la conclusión de que debo estar equivocada, radicalmente equivocada, indefectiblemente equivocada. Después de mirar con atención a mi alrededor, de darme cuenta de que las estadísticas están en mi contra, de que en realidad el conjunto de las personas parece plenamente conforme con estas cosas, que no les crean ningún tipo de contradicción, de conflicto, que viven en paz consigo mismas, que no existe un afán generalizado de cambio…

Es evidente que estoy totalmente equivocada. Está claro que he caído en la necedad y en la soberbia de creer que tengo razón. Me he escollado en la ridícula tarea de debatir, de convencer, de hacer pensar, de buscar adeptos, cuando en realidad todo el mundo lo tiene todo tan claro… cuando parece diáfano, prístino, que yo he perdido la razón. El problema es mío, que no entiendo nada, que no he captado la esencia, que no he sabido comprender... que no sé vivir la vida. Qué arrogante, qué inepta, qué ilusa... ¿Qué sabré yo?

Es obvio, soy una inadaptada. Mea culpa.

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